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Guerra de números, medios y pantallas.

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En la otra cara de la moneda está la imagen que brindan los mismos sujetos en cuestión, al hacer declaraciones sin sustento que de igual forma atentan contra la integridad de los periodistas, y caen en el mismo modus operandi, hacer calificativos sin verificación o datos sólidos. De ahí que el mismo presidente se ponga en charola de plata para recibir todo tipo de críticas y comentarios negativos, por divulgar los datos personales de la periodista que elaboró la nota del NYT. 

En medio de un contexto donde ejercer el periodismo es uno de los mayores riesgos, la divulgación de datos personales es claramente un delito y no hay autoridad moral que sea superior a ello, sobre todo es desproporcional decir que no es un error ventilar este tipo de datos y a los días calificar el mismo hecho de venganza y un atentado cuando el número publicado es el de su hijo.

La ventilación de números personales sin autorización ya sea de una periodista, de un hijo del presidente o de Claudia Sheinbaum son en igual medida un punto de riesgo para cualquier persona, sin embargo también es una realidad que este tipo de ataques será cada vez más frecuente conforme avanza la tecnología, de ahí la necesidad de personajes como Julian Assange de transparentar toda la información, para que comencemos a tener una cultura de respeto y omitamos constantes ataques por la manipulación de datos, mientras tanto estamos en un debate perpetuo que nos ayude a delimitar los límites de estos hechos. 

Las palabras importan, importan las percepciones y aún más la información que consumimos día con día, por ello no basta únicamente leer una nota, sino hacerlo desde distintas miradas. Analizar las fuentes y sólo así, desde una verdad colectiva y verdaderamente informada decidiremos con mayor claridad que rumbo queremos tomar en la próxima jornada electoral.

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