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Un cambio en el lenguaje no daña, el odio sí.

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Necesitamos hablar de le magistrade, y entender que utilizar el lenguaje como una manera de reconocimiento y empatía no daña nada, pero no hacerlo sí puede perpetuar ideologías que llevadas al extremo desembocan en odio e incluso crímenes que atentan contra la integridad de las personas.

Ociel Baena tenía muy claro esto, por ello desde su tribuna visibilizaba a través de su vestimenta y propuestas de ley que las personas merecen un reconocimiento y respeto a su identidad, mediante su propia historia llegó a relatar cómo tuvo que salir dos veces del clóset, la primera cuando reconoció su homosexualidad y se vio obligado a dejar lo que muchas personas definían como femenino y la segunda cuando quería aplicar a una magistratura y las vacantes se externaban únicamente a mujeres. Fue entonces cuando reconoció que las personas no binarias requerían también de espacios de participación pero legalmente no tenían la oportunidad si no se les reconocía desde antes como tal, de ahí su lucha de poder acreditar su identidad de manera oficial.

Todas las acciones que encabezó Ociel Baena le pusieron al centro de la crítica, llegando a recibir todo tipo de amenazas, por las que ya había solicitado protección al igual que la Diputada Federal Salma Luévano. Estas amenazas hacen que la población exija a las autoridades justicia y no considerar la muerte de Ociel Baena como un crimen pasional sin mayor explicación, pues esto únicamente revictimiza a quienes de por sí han sido víctimas de estereotipos y discriminación.

Mientras tanto socialmente tenemos la obligación de desaprender y aprender, el mundo cambia, nuestra sociedad también lo hace y con ello hemos de entender que el lenguaje debe hacerlo en la misma medida, nombrar múltiples géneros no genera daño alguno, pero la falta del reconocimiento de identidad de una persona sí. Dejemos de promover el odio y comencemos a entender que son esas diferencias las que fortalecen nuestra humanidad.