Que no se apaguen las voces.
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¿Cuál es la labor más peligrosa para desempeñar en México? Probablemente pensaríamos en aquellas que ponen en riesgo la vida de manera directa, como son los militares, policías o quienes se dedican a la minería por poner un ejemplo, sin embargo, hay tareas que no imaginaríamos implican un riesgo profundo como el periodismo y pese a nuestras creencias los datos muestran lo contrario.
De acuerdo a artículo 19 del año 2000 a julio de 2023 se tenían ubicados al menos 160 casos de asesinatos a periodistas en México, cuyo crimen estaba vinculado con su labor profesional. Cuando leemos ese tipo de referentes pensamos en personas que están reportando en zonas de riesgo, coberturas referentes al narcotráfico o investigaciones complejas que exhiben al poder. Si bien lo anterior puede ser causa suficiente, la realidad es que un gran número de atentados a periodistas se da a nivel local y comunitario.
Aunque hay testimonios de atentados directos y amenazas a figuras ampliamente reconocidas a nivel nacional e internacional, como Lydia Cacho, Anabel Hernández, Ciro Gómez Leyva, entre otros, lo cierto es que muchos de los casos de acoso, amenaza e incluso asesinato se dan hacia periodistas que probablemente no conocemos a grandes escalas. El mayor número de amenazas es hacia quienes reportan a través de medios de comunicación independientes, quienes han realizado un blog o vlog en redes sociales, esas personas que intentan narrar de manera cotidiana el acontecer de su entorno más cercano.
A quienes se dedican al periodismo buscando dar voz a sus contextos locales les toca una tarea más compleja de lo que parece, porque no solo se trata de luchar por externar una perspectiva, sino también porque sus derechos no sean violentados o sus voces no terminen silenciadas. Esto lo analiza profundamente Alejandra Ibarra Chaoul, quien, debido a su interés en estos temas desde la universidad, quiso entender por qué el periodismo era una labor tan peligrosa y no necesariamente por estar en un frente de guerra.
Para ello se dedicó a documentar qué tipo de notas cubrían las personas que habían sido asesinadas, e incluso a través del podcast “voces silenciadas” recopiló testimonios de familiares y amistades que narraban cómo fue la vida de estas personas, cuáles eran sus hábitos y entornos, de alguna forma para con ello lograr desmitificar la primera idea que viene al común cuando vemos un asesinato: “seguro andaba en malos pasos”, con el seguimiento de entrevistas Alejandra Ibarra descubrió que lo que tenían en común es su cuestionamiento al poder, no a un poder supremo, sino a figuras públicas de localidades.
En la mayoría de casos de asedio a periodistas el hilo conductor es el cuestionamiento al poder, sus prácticas, la obtención de recursos o incluso parodiar a figuras que no están cumpliendo con sus promesas de campaña. Esto a nivel local puede incomodar a múltiples personas, pero también ocurre por la impunidad en el país, porque en un gran número de atentados se descubre al autor material, es decir a quien jala el gatillo, pero no a quien solicita el crimen.
En medio de estos escenarios Alejandra también descubrió que estas voces usualmente no se conocen, el trabajo por el que periodistas han perdido la vida va haciéndose invisible, por lo que ella decidió hacer un mapeo de periodistas asesinados y dar difusión a su labor periodística a través del sitio defensorxs.org, en este sitio el público en general puede conocer cuáles eran las coberturas que las personas realizaban, para que sus voces no se apaguen y entendamos que lo comunitario es igual de relevante que lo internacional.
¿Qué hacer ante el horror de temer al mismo poder político que es quien ofrece protección? Aquí es donde la autonomía de las instituciones importa, y en igual importancia, que los gobiernos se capaciten en libertad de expresión como hace Veracruz a través de la Comisión Estatal para la Atención y Protección a los Periodistas. Las medidas de prevención son necesarias, pero en igual importancia es indispensable extender los lazos de comunidad, difundir los trabajos que de manera formal exhiben al poder aún cuando se trate de manera local, de ahí la importancia de las organizaciones que reconocen y visibilizan la labor de todas y todos los comunicadores, porque no hay igualdad sin libertad de expresión, sin que podamos transparentar todo tipo de datos y estar a salvo.