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La celebración de Todos Santos.

La muerte es el destino inexorable de toda vida humana y es natural que nos asuste y angustie su realidad, sobre todo cuando vemos de cerca el peligro de morir o cuando afecta a nuestros seres queridos.

Dedicamos este espacio a manera de reflexión, con el propósito de conectar tanto a niños como a adultos con la idea de la muerte y fomentar su aceptación como una parte inevitable de la vida.

A través de esta reflexión, compartimos también conocimientos de antiguas culturas que practicaban ritos en torno a la muerte. Aunque este tema es extenso y a veces complejo, lo abordamos para fortalecer la visión y el carácter desde una perspectiva espiritual, ayudando a comprender mejor la sensibilidad mexicana y su particular manera de otorgar significado a la celebración del Día de Muertos.

Más allá del hecho de morir, lo que sucede después es lo que más nos marca. Este “otro mundo” al que tratamos de dar forma en costumbres y tradiciones es un universo simbólico lleno de cultura. Así, las culturas antiguas, como la china y la egipcia, emplearon ritos como el culto a los muertos para consolidar la unión familiar y respetar a los ancestros, mediante construcciones de templos y pirámides.

En China, por ejemplo, se quemaba incienso y se colocaban ofrendas en los aniversarios, recordando así las deudas con los antepasados. Para los egipcios, el alma tenía dos aspectos: uno viajaba al más allá, mientras que el otro, que seguía ligado al cuerpo momificado, recibía las ofrendas alimenticias que lo mantenían vivo espiritualmente.

En el caso de los pueblos mesoamericanos, la celebración del Día de Muertos se asociaba con el calendario agrícola. Era la primera gran festividad después de la temporada de escasez, un banquete en el que participaban vivos y muertos.