El origen de los alebrijes, el arte popular mexicano que trascendió fronteras.
Ciudad de México, 1936. En un taller del barrio de La Merced, Pedro Linares, un artesano especializado en figuras de papel maché, dio vida a una tradición que décadas después se convertiría en uno de los símbolos más reconocidos del arte popular mexicano: los alebrijes. Estas figuras coloridas y fantásticas, mezcla de criaturas imaginarias, no solo cautivaron a la audiencia local, sino que pronto llamaron la atención de grandes figuras del arte.
Su descubrimiento ocurrió de forma fortuita. El trabajo de Linares, centrado en piñatas, máscaras de carnaval y figuras de Judas, fue notado por el dueño de una galería de Cuernavaca, quien rápidamente reconoció el talento excepcional del artesano. La noticia llegó a Diego Rivera y Frida Kahlo, quienes comenzaron a encargarle alebrijes para sus colecciones. Tan detalladas y originales eran sus creaciones que Rivera comentó que nadie más podría recrearlas con el mismo espíritu.
La fama de los alebrijes, sin embargo, no se limitó al círculo artístico mexicano. En 1975, la cineasta Judith Bronowski filmó un documental sobre la vida y obra de Linares, generando un interés mundial por su arte. Años después, en 1990, Linares fue galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría de Artes y Tradiciones Populares, reconocimiento que validó el valor cultural de los alebrijes.