Datos e historias por contar.
Argentina, Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia y México, tenemos más en común que solo el idioma, basta con hacer un análisis de las tendencias internacionales, escuchar nuestros ecos al exterior de las fronteras, para comprender que lo que vivimos y lo que contamos no suena tan distante entre las naciones, vivimos un atraso que con suficiente esperanza pueda servir de impulso a las próximas décadas para nuestro desarrollo.
No es casualidad que estemos situados en gobiernos similares que algunos consideran populistas, llegamos a estos puntos por un hartazgo y un constante desequilibrio en las clases sociales, por vernos constantemente segregados entre sectores y no como una misma nación como quizás añoraba verlo Simón Bolívar.
Y es que al final una de las grandes barreras que enfrentamos es el desconocimiento de las distintas realidades, considerar que todo el mundo vive una historia similar a la nuestra es el punto de partida para una falta de empatía ante las vivencias de los demás. De igual forma vivimos entre ideologías opuestas sin visualizar diálogos que nos lleven a puntos medios, mismo que no han de confundirse con tibieza.
Acercándonos al cierre de año con tantas historias vividas, escritas y desconocidas, tengamos claros nuestros puntos en común: erradicar la violencia, mejor salud y educación, acabar con situaciones de pobreza, sin dejar de respetar nuestras raíces y cultura. El progreso no tendría que ser sinónimo de oposición a nuestros orígenes y comencemos a ver el mundo entero como nuestra casa, quizás así seamos más capaces de cuidar de otros, sin considerarlos ajenos a nuestros grupos y causas.
América Latina necesita de un despertar colectivo donde nos veamos más como una colectividad y no como grupos de intereses distintos, tenemos todo para prosperar, solo se trata de crear nuevos acuerdos.