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Correr seguros | Parlamento Veracruz.

Por Juan Javier Gómez Cazarín.*

¿Por qué corremos los corredores? ¿Qué nos mueve a dejar la cama, a veces antes del amanecer, a veces con lluvia, una fría mañana de sábado o domingo o de cualquier día de la semana? Los premios no, porque la mayoría de las veces ni siquiera ganamos y, si ganamos, los premios son simbólicos.

Supongo que no sé con certeza la respuesta a esas preguntas. Creo que corremos porque nos gusta sentirnos vivos y porque disfrutamos la carrera más que la meta. Corremos porque significa que vencimos los obstáculos –como mis múltiples Covids- que nos impedían hacerlo. Corremos porque la vida misma es una carrera.

Cuando estás en la calle o en el campo, eres vulnerable a muchas cosas. Al entorno, al clima, a los coches, a los baches y hasta a los perros.

Esa es la razón por la que, cuando nos inscribimos a una carrera, confiamos en el profesionalismo de quienes la organizan. Y, lamentablemente, no siempre esa confianza es merecida.

Recuerdo la desesperación de una carrera a campo traviesa, en Tatatila, entre el monte y el lodo, que según era una ruta de 10 kilómetros y después de haber corrido más de 10 kilómetros nomás no se veía la meta. Resultó que la ruta medía ¡12 kilómetros! Para acabarla, sin señal de celular, sin señalética para saber si ibas bien o ya te habías perdido. Si te llegabas a lastimar, ni te cuento.