Cerro Amarillo. | Parlamento Veracruz.
Por Juan Javier Gómez Cazarín*
Menos de dos kilómetros separan a Cerro Amarillo de Abajo de Cerro Amarillo de Arriba. Este último, a su vez, está a otros dos kilómetros de San Andrés Tuxtla, que es la cabecera municipal y de Distrito.
Las dos comunidades están, por lo tanto, en el corazón de una de las zonas más hermosas de Veracruz, de México y, según yo, del mundo: Los Tuxtlas.
Los dos Cerros Amarillos están habitados por gente buena, trabajadora, optimista, amigable y hospitalaria. (Invitan un caldo de res que nomás de acordarme se me hace agua la boca).
Además de la geografía, comparten tradiciones, valores, desafíos y anhelos. Y, a partir del 2018, también tienen un nuevo amigo en común.
Desde ese año he tenido su confianza para trabajar muy cerca de las dos comunidades. Poco a poco hemos ido avanzando en un sueño muy legítimo que me expresaron desde la primera reunión que sostuvimos: un espacio deportivo.
Futbolero como soy, coincido con ellos en la idea de que no debería haber una sola comunidad donde los jóvenes (y los adultos) no tengan dónde echar una cáscara, jugar básquet, beis o voli con seguridad y comodidad.
El deporte, me consta, une a la gente. Incluso a quienes no juegan, pero les gusta ir a ver los partidos, echar porras, gritar, chiflar, emocionarse y distraerse un rato de la vida cotidiana y convivir, se gane o se pierda. Ahí se hacen amigos.
Claro que la idea de un espacio deportivo no es nueva. En realidad llevaban muchos años pidiendo una cancha.