No es el Rancho Izaguirre, es México un lugar de fosas y desaparecidos
¿Mientras tanto qué nos corresponde como sociedad? Ser críticos, pero no respecto a si lo sucedido en Jalisco es parte o no de un montaje, nos toca ser críticos con el entorno, exigir la búsqueda de la verdad y la memoria de quienes no están. Desde las trincheras individuales podemos y nos corresponde hacer algo, cada que surge una ficha de alguien desaparecido no esperemos a que sea alguien conocido para replicarla.
México no es Auschwitz, porque aquí el horror está desperdigado, no hay quien pueda explicar qué es realmente lo que ha sucedido y sobre todo no estamos bajo un mismo régimen que pueda ser juzgado por las atrocidades. Nos enfrentamos a contextos de macro criminalidad, donde no se vislumbra la línea de la justicia y la verdad. Detrás de grupos criminales están las figuras de poder económico y gubernamental o a la inversa. Prueba de ello son las múltiples fallas en la investigación pues el rancho ya había sido intervenido por la fiscalía desde septiembre 2024.
Desgraciadamente este no es el único campo de adiestramiento y exterminio, es el primero que se encuentra bajo estas condiciones con las evidencias como ropa, cartas, cuadernos con nombres. Sin embargo, se tiene idea de muchos otros y a lo largo de años se han encontrado restos de al menos 5 más. Es por ello que los sucesos no pueden volver a enterrarse en el olvido, que la memoria nos sirva como resistencia y el impulso para estar alertas en la realidad.
¿Podemos frenar la violencia? Quizás no de manera directa, pero sí podemos aliviar la necesidad de quienes terminan en manos del crimen organizado, podemos ayudar a que no se publiquen en medios de comunicación las ofertas laborales que son ganchos de tortura o denunciar aquellas que encontramos en redes sociales. Nos toca como sociedad desenterrar la omisión e indiferencia, de lo contrario también somos cómplices de todas las fosas clandestinas del país.