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El TEMPLO DE SANTA CECILIA.

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En el mismo lugar donde hoy se levanta el templo de Santa Cecilia edificaron sus primeros templos dedicados a sus dioses, ese sitio fue siempre lugar de veneración y respeto. Conforme avanzó el tiempo los templos fueron hermoseados y agrandados hasta que llegó la conquista. El hombre blanco trajo otras costumbres, otra lengua y otro dios.

El hermoso templo y sus dioses fueron destruidos, y en su lugar se estableció la cruz y se dispuso la construcción de un gran templo dedicado al dios de los cristianos.

Cuenta la tradición que cuando el gran Teocalli fue destruido, hasta sus ruinas llegaba Xochitlcuauhtla, una indígena de gran belleza, a orar y entonar dulces cantos que tanto semejaban el reclamo de la alondra enamorada como al saludo del cenzontle a los primeros albores del amanecer.

Adoptó como cosa suya la nueva religión de la cruz y un día se le apareció la sombra de Santa Cecilia manifestándole que deseaba se le erigiese un templo en ese lugar, el cual protegería y defendería de los maleficios del demonio.

Como prenda de la alianza entre ella y sus futuros devotos, le entregó el Teponaxtli (instrumento musical antiguo) vaticinándole que sus notas se escucharían hasta el volcán y sus alrededores, sin embargo, hubo muchos problemas para llevar a cabo la construcción y una vez terminada tuvieron que lamentar diversos desastres que siempre la dejaron en ruinas.