Día del Padre. | Parlamento Veracruz.
Por Juan Javier Gómez Cazarín*
Mi primera foto en el Congreso del Estado me la tomé hace unos años, a la usanza de los turistas cuando visitan un lugar especial: medio a escondidas –“¿me irán a regañar?”-, medio a las prisas, medio asombrado, medio presumido –“miren dónde ando”-.

Me gusta pensar que la buena energía de venir aquel día con mi papá sirvió para que, poco tiempo después, regresara como Diputado Local electo. Mi relación con este imponente edificio, donde el pueblo me prestó una oficina –que ya no tardo en dejar-, siempre estará impregnada de la memoria del buen augurio de aquel día con mi papá.
Podría llenar páginas enteras de la huella que mi padre ha dejado en mí. Podría dedicar muchísimas columnas a contar anécdotas y expresar mi admiración, agradecimiento y amor por este hombre que, junto a mi madre y mis hermanos, me enseñó a vivir.

Tampoco estoy seguro de cuál de todos sus legados es el más importante.
Por ejemplo, tengo claro que soy americanista por él, que nos llevaba de chamacos a mis hermanos y a mí al Estado Azteca, cuando vivíamos en el antiguo Distrito Federal. En mucho de mi actual pasión por el América reverberan los recuerdos inconscientes de aquellos días felices y emocionantes de nuestras idas en metro al estadio.

