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Amores de historia

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Ese romanticismo es el que se critica desde una perspectiva de género, pues al final esas historias donde la mujer es retratada como compañera son las que han sido escritas por los hombres, si hablamos de Josefina desde la perspectiva de una historiadora como Sandra Gulland, conoceremos a una mujer calculadora, inteligente para que el matrimonio con Bonaparte fuese más bien una profunda sociedad que se tuvo que disolver a falta de un heredero, conoceremos también las ambiciones y pasiones que muestren a un personaje más real y menos idealizado.

Así pasaría con las grandes amores de la historia, donde entenderíamos que no hubo detrás de todo gran hombre una mujer, sino más bien a la par, alianzas que permitieron el crecimiento de ambas partes según las costumbres de la época, que si revisamos a profundidad sus biografías, descubriremos que esas narrativas que describen grandes amores, más bien fueron parejas comunes, con desencuentros, problemas y discusiones, que se atrevieron a desafiar lo común, comenzando por el despertar sexual, dejar de lado estereotipos del amor romántico e incluso quizás llegaron a experimentar un amor más estable y abierto de lo que la historia nos ha querido contar.

De momento las distintas parejas de la historia no fueron sólo para destacar los logros del hombre, más bien no ha habido quien profundizara e investigara en todo lo que había detrás de la vida de estas mujeres, sus inquietudes y las limitantes que debieron vencer para poder sobrevivir a periodos donde las diferencias y posiciones dependían de un solo género. Ahora esas historias deben ser un referente de lo que no queremos en nuestro presente, pues aspiramos a oportunidades equitativas, menos prejuicios y más propuestas que nos permitan construir un futuro firme, donde destaquemos por lo que somos como personas y no se tenga que idealizar una unión para pasar a la historia.