Que el voto no sea una moneda de cambio, sino una herramienta de dignidad.
*** Despierta la conciencia ciudadana en tiempos electorales.
En el marco del actual proceso electoral 2025, comienzan a visibilizarse signos claros de un despertar ciudadano en distintos municipios del estado y del país. La participación activa de habitantes de comunidades alejadas, su voz crítica y la creciente exigencia de transparencia y buen gobierno reflejan un hartazgo generalizado ante años de promesas incumplidas y un uso ineficiente -cuando no indebido- de los recursos públicos.
En diversos rincones del territorio, ciudadanos expresan abiertamente su inconformidad con los gobiernos municipales. Señalan que los impuestos que aportan no se ven reflejados en mejoras tangibles y que los cargos públicos muchas veces son ocupados por personas carentes de vocación de servicio o preparación adecuada. Este malestar, sin embargo, también está dando paso a una forma más madura y reflexiva de ejercer el voto.
Uno de los aspectos que más llama la atención en este contexto es que, a diferencia de procesos anteriores, los votantes parecen ya no dejarse deslumbrar por regalos, promesas vacías o campañas costosas. Algunos candidatos han optado por el contacto directo: recorren casa por casa, visitan comercios y entregan volantes o pequeños obsequios. Pero en muchos casos, la respuesta que encuentran es el silencio, la indiferencia o incluso el reclamo directo. La ciudadanía ha comenzado a cuestionar abiertamente las intenciones de quienes buscan el poder.
Frases como “Ahora que su partido ya no está en el poder, sí se muestran humildes” o “No prometen nada, pero quieren mi voto” se escuchan con frecuencia entre vecinos que sienten que su confianza ha sido traicionada una y otra vez. Estas expresiones no son simples quejas, sino síntomas de una nueva consciencia: la del voto razonado.
Durante una visita a uno de los municipios, una mujer de condición humilde expresó su frustración con una frase contundente: “Candidatos habremos, pero de honestidad no sabemos”. Su testimonio retrata una realidad dolorosa: presidentes municipales que solo atienden las necesidades de quienes les son cercanos o útiles durante la campaña, dejando de lado a quienes verdaderamente viven en condiciones precarias.
También criticó, con razón, el derroche de recursos durante las campañas electorales. Señaló que, si ese dinero se invirtiera en infraestructura, salud o educación en las comunidades más marginadas, el panorama social sería muy distinto. Y tiene razón. En muchos municipios, la pobreza no solo persiste, sino que se agudiza. Niños convertidos en vendedores ambulantes o limosneros disfrazados, recorren las calles pidiendo apoyo para poder comer ese día.
Este escenario debe interpelar no solo a los candidatos, sino a toda la sociedad. El voto es libre y secreto, pero también es un acto de conciencia. No basta con prometer en campaña: es necesario cumplir en el gobierno, y hacerlo con sensibilidad y compromiso real hacia los más vulnerables.
La ciudadanía está despertando, y con ello, la política tiene la oportunidad -y el desafío- de transformarse. Que el voto no sea una moneda de cambio, sino una herramienta de dignidad.