Víctimas entre la violencia y el silencio.
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Narrar algo que te interpela, que no entiendes su origen y que poco puedes expresar, es doloroso para cualquier persona, hacerlo como mujer es doloroso y sumamente difícil, porque durante décadas hemos cargado con una cultura colectiva que nos responsabiliza de cualquier tipo de violencia y porque aún siendo mujeres también creemos en esos micromachismos que durante décadas hemos normalizado.
México es feminicida, es uno de los países con altos índices de violencia hacia las mujeres, precisamente porque nos alarma un feminicidio, la desaparición de una persona, pero poco hablamos del acoso callejero, del hostigamiento y el acoso sexual que tristemente al menos una vez hemos enfrentado o enfrentará cualquier mujer.
Y aún cuando las alarmas se encienden y hay miles de mujeres que se buscan, se nos mata a plena luz del día, se nos violenta dentro y fuera del hogar, pero poco pasa si en cualquier momento alguien puede cavar una fosa sin que parezca algo extraño y desaparecer ahí a una mujer con sus dos hijos.
El problema no se reduce sólo a la violencia ejercida contra niñas y mujeres, sino que se esparce a distintos puntos donde se replica afectando también a los hombres por perpetuar estereotipos de género. Sin embargo, donde más golpea es ante el silencio, por la falta de empatía y perspectiva de género ante situaciones que comúnmente no proceden y se consideran menores.
Poco hablamos del shock en el que se encuentra una víctima ante cualquier situación de violencia, del escaso conocimiento que tenemos al respecto cuando no se trata de un daño físico visible o de algo que socialmente consideremos digno de denuncia. Otra situación frecuente son los círculos en los que todas las personas contribuimos aún de manera inconsciente al pedirle a alguien que piense si verdaderamente fue eso lo ocurrido y si no hay un malentendido de las cosas.