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La indiferencia de lo normal y la agonía en nuevas generaciones.

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No hay nada normal ante la indiferencia que podemos experimentar por el sufrimiento ajeno, sin embargo, si hiciéramos un análisis estadístico de trastornos de la salud mental, descubriríamos que cada vez hay más personas que requieren atención en este tema, aunque aún en pleno siglo XXI siga siendo un tabú hablar de algo tan básico y recurrente como la ansiedad o la depresión.

Tan solo en México en 2023 se registraron más de 8,800 suicidios, no es casualidad que, al revisar estas estadísticas por género, el fenómeno se presente con mayor frecuencia en hombres, lo anterior se ha asociado con la presión social y la incapacidad de expresar emociones derivado de las expectativas del género. Es aquí donde entendemos que el feminismo es para todas y todos, pues si hubiera mayor equidad en la educación emocional seguramente tendríamos otro tipo de masculinidades.

La depresión y la ansiedad son los trastornos más comunes, los hemos normalizado a tal grado que muchas personas creen poder diagnosticarse mediante redes sociales como TikTok, pero a la par ha sido tal el exceso de información y la exposición virtual que nos hemos vuelto indiferentes al respecto. Pese a los billones de datos que podríamos encontrar en la red de estas temáticas, seguimos siendo ignorantes, ignoramos qué hacer ante casos de riesgo, pasamos por alto señales de quien pide auxilio y creemos que quien sonríe constantemente demuestra que todo está bien. Nada más erróneo de la realidad.

Las plataformas digitales han contribuido a la discusión de la salud mental en ambas vías, por un lado, han ayudado a crear comunidades que hace que quienes tienen dificultades para interactuar cara a cara, encuentren un punto de equilibrio detrás de las pantallas. También han visibilizado múltiples trastornos, haciendo que las nuevas generaciones los tengan más normalizados y que ir al psicólogo tenga menos estigmas.